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lunes, 4 de junio de 2012

Clima socio-político previo al ascenso de Perón


El gobierno de 1943 estuvo constituido en su mayoría por militares. Fue encabezado en primer lugar por Pedro Pablo Ramirez y luego por Edelmiro J. Farrel. El centro de discusiones estuvo en el Ministerio de Guerra que era controlado por un grupo de oficiales, organizado en una logia, conocido como el Grupo de Oficiales Unidos (GOU). Sus políticas principales fueron: acallar la agitación política y las demandas sociales. Llevaron a cabo estas políticas mediante: proscripciones y persecuciones en los sindicatos, partidos políticos y universidades, y estableciendo la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en la escuela pública. Estas medidas se pudieron realizar gracias a la colaboración de los nacionalistas y católicos integristas. Es así que se lo caracterizo por ser autoritario, antiliberal y mesiánico, buscando evitar el comunismo al que veían como el principal enemigo.

Llegada de Perón al poder


Para entender el ascenso de  Juan Domingo Perón hay que analizar el contexto en el que se desarrollaba el gobierno militar. El conflicto se daba tanto en el ámbito interno, como en el externo. Dentro del grupo gobernante había distintas posturas: algunos simpatizaban con Alemania, otros eran pro-aliados y muchos tenían la idea de mantener la neutralidad. Estados Unidos emprendió medidas contra los militares que no daban su apoyo al grupo de los Aliados. En 1944, el presidente militar Ramirez rompe relación tardíamente con el Eje y esto le cuesta la presidencia. En su lugar, asume Farrel en febrero de ese año. Perón, siendo uno de los miembros más destacados del GOU, se desempeña como secretario del ministro de Guerra Farrel y luego ministro. Es aso que en julio llega a ser vicepresidente después de desplazar a otros competidores.
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Desde la Dirección Nacional del Trabajo, Juan Domingo Perón empieza a relacionarse con los dirigentes sindicales reconociendo la importancia de incluir al movimiento obrero a las políticas nacionales. La convocatoria fue amplia y los impulsó a organizarse y a presentar sus demandas. Es así que se mejoraron las condiciones del trabajador: se extendió el régimen de jubilaciones, vacaciones pagas, de accidentes de trabajo y se equilibró la relación entre patrón y obrero. Uno de los logros fue la sanción del Estatuto del Peón, mejorando las condiciones del trabajador rural. Desde la Secretaría de Trabajo, Perón expandía las funciones del estado como árbitro en los conflictos entre los obreros y los patrones, estimulando la organización de los trabajadores en sindicatos y presionando para que los reclamos fueran satisfechos. Por otro lado, los únicos que fueron excluidos y erradicados fueron los dirigentes comunistas a pesar de haber hecho un acercamiento inicial.
Perón daba un discurso convincente a todos los sectores de la sociedad y se presentaba como quien podía resolver los conflictos que se daban. Por un lado aumentaba los temores de cada sector social (militares, empresarios, obreros y dirigentes políticos) y por otro se presentaba como la única solución para todos. Por esta razón Rouquie lo denominó “el bombero piromaníaco” ya que agregaba combustible a la caldera, hasta el límite de su estallido, y al mismo tiempo controlaba la válvula de escape.

Unión Democrática

La Unión Democrática estaba constituida por los partidos opositores al gobierno y mostraba su total adhesión a los principios de los vencedores de la Guerra Mundial. Este frente político incluía a socialistas, comunistas y demoprogresistas y contaba con un apoyo implícito de los grupos conservadores. A su vez, excluía a la mayoría de los sectores obreros. En septiembre de 1945 la Marcha de la Constitución y de la Libertad selló esta nueva alianza política.


A continuación, tres imágenes del día de la Marcha de la Constitución y la Libertad: 





Todas las imágenes fueron extraídas de Google Imágenes.

Jornada del 17 de octubre de 1945

En medio del revuelto generado por la renuncia forzada de Perón el 8 de octubre, una multitud se juntó el día 17 del mismo mes en la Plaza de Mayo con el fin de reclamar la libertad de Perón y su restitución a los cargos que tenía. Es así que los partidarios de Perón en el Ejército volvieron a imponerse y, finalmente, el coronel se dirigió a la masa de gente en la plaza. De esta manera, volvió al centro del poder, esta vez como candidato oficial a la presidencia. Lo que llama la atención de este suceso no es tanto el número de personas que participó, si no el hecho de que su mayoría fue definidamente obrera. Ese día, los obreros decidieron la crisis a favor de Perón, definieron una identidad, instalaron una nueva forma de participación y ganaron su ciudadanía política.


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A continuación, podemos observar dos videos extraídos de Youtube del día 17 de octubre:



En en primero podemos escuchar el discurso de Perón en el momento de su restitución a los cargos. Por otro lado, en el segundo, podemos ver la movilizacion de las masas.

La relación entre migrantes internos, industrialización y movimiento obrero

La industrialización había avanzado notablemente en tiempos de guerra: se exportaba a países vecinos así como se desarrollaba el mercado interno con el fin de sustituir las importaciones. Este gran avance fue acompañado por una migración interna generada por los trabajadores rurales que empezaron a dedicarse a la industria, luego de haber sido expulsados como consecuencia de la crisis agrícola. Este movimiento obrero generó un crecimiento que no fue visible ya que se establecieron en la periferia de las grandes ciudades (tales como Rosario o La plata), pero que aumentó el grupo de seguidores de Perón organizándose el movimiento obrero.

El Partido Laborista

Luego de esta movilización del mes de octubre, los dirigentes sindicales decidieron conformar un partido político propio, el Laborista. El programa del Partido Laborista, agrupaba distintas tendencias, abarcando los socialistas y los vinculados con el dirigismo económico y el Estado de bienestar. En este partido, el primer afiliado y candidato presidencial fue Perón.

La tercera posición

Este nuevo gobierno de Perón tomo medidas para distanciarse tanto del modelo capitalista como del modelo comunista generando una alternativa llamada la “tercera posición”. A pesar de eso, mantuvo una política de comunicación con Washington y la Unión Soviética.

El boicot norteamericano

El Gobierno adoptó la “tercera posición”, distanciada tanto del comunismo como del capitalismo, pero estableció relaciones diplomáticas con la URSS. Estados Unidos se dispuso a hacer pagar a la Argentina por esta situación, sumada a viejas razones económicas como la competencia de los granjeros. Las exportaciones de la Argentina hacia los países limítrofes comenzaron a retroceder por la competencia norteamericana, las exportaciones agrícolas a Europa fueron obstaculizadas por los Estados Unidos. El boicot fue sistemático.

Medidas económicas y modelos a seguir


Se acordó la compra por parte de los ferrocarriles británicos por parte de la Argentina para compensar el valor de las libras bloqueadas. Estas empresas ferroviarias tenían una pésima condición.
La Segunda Guerra Mundial, la crisis de los mercados y el aislamiento, agravado por el boicot norteamericano, provocaron la acentuación del proceso de industrialización sustitutiva, que se extendió al sector metalúrgico y otros. La empresa Siam Di Tella, creció con la fabricación de heladeras, ventiladores, planchas y lavarropas. Así creció una capa de establecimientos medianos y pequeños, y aumentó la mano de obra industrial.
Los grupos militares proponían profundizar la sustitución, extenderla a la producción de insumos básicos, como el acero o el petróleo, mediante una decidida intervención del Estado. La imagen de la Unión Soviética está presente en esta propuesta. La inspiración autárquica de los militares se dibuja en el Primer Plan Quinquenal.
La política del Estado apuntó a la defensa del sector industrial instalado, y a su expansión. Este sector recibió amplios créditos del Banco Industrial y protección aduanera para eliminar competidores externos. Las políticas de redistribución de ingresos hacia los sectores trabajadores contribuían a la expansión sostenida del consumo. En suma, Perón había optado por el mercado interno y por la defensa del pleno empleo. Se trataba de una verdadera “cadena de la felicidad”, que pudo financiarse por la existencia de una gran reserva de divisas.
La política peronista se caracterizó por un impulso a la participación del Estado en la dirección y regulación de la economía; nacionalizó las inversiones extranjeras, particularmente las empresas controladas por capital británico. A los ferrocarriles se sumaron los teléfonos, la empresa de gas y algunas compañías de electricidad del interior. Nacionalizó el Banco Central.

Las mejoras sociales y el accionar de la CGT



El terror a las posibles consecuencias sociales del desempleo, e recuerdo de la crisis de la primera posguerra influyó en las mejoras laborales adoptadas en la época. Entre 1946 y 1949 se extendieron las medidas sociales lanzadas antes de 1945. Los salarios subieron, a ello se le agregaron las vacaciones pagas, las licencias por enfermedad, se congelaron los alquileres, se establecieron salarios mínimos y precios máximos. Se hicieron planes de vivienda, se construyeron escuelas y colegios, se organizó el sistema jubilatorio. Esto tenía raíces políticas más importantes que económicas. Así se habla de una relación entre lo conseguido y lo concedido, que es reveladora de la compleja relación establecida entre los trabajadores y el Estado en esa época.
La Ley de Asociaciones Profesionales aseguró la existencia de grandes y poderosas organizaciones –un sindicato por tama de industria y una confederación única-, con fuerza para negociar de igual a igual con los representantes patronales. La CGT fue la responsable de transmitir las directivas del Estado a los sindicatos.
En 1947 Perón eliminó de la dirección de la CGT a Luis Gay, veterano gremialista e inspirador del Partido Laborista, y uno de los propulsores del proyecto autónomo, y lo reemplazó por un dirigente de menor cuantía, indicando así la voluntad de subordinar al Estado la cúpula del movimiento obrero.

La situación de los gremios


Con respecto a las organizaciones de base, los sindicatos controlaron, achicaron el espacio de acción autónoma, intervinieron a las secciones demasiado inquietas; a la vez, se hicieron cargo de funciones cada vez más complejas, tanto en la negociación de los convenios como en las actividades sociales, y debieron desarrollar una administración especializada, de modo que la fisonomía de los dirigentes sindicales, convertidos en una burocracia estable, se diferenció notablemente de la de los viejos luchadores. En la base, la acción sindical conservó una gran vitalidad, por obra de las comisiones internas de la fábrica, que se ocuparon de infinidad de problemas inmediatos referidos a las condiciones de trabajo, negociaron directamente con patronos y gerentes, y establecieron en la fábrica un principio bastante real de igualdad. Hasta 1949 las huelgas fueron numerosas, y se generaron al impulso de las reformas lanzadas desde el gobierno, para hacerlas cumplir o extenderlas, con la convicción por parte de los trabajadores de que se ajustaban a la voluntad profunda de Perón. Éste se preocupaba por esa agitación sin fin y procuraba profundizar el control del movimiento sindical. Los gremialistas que los acompañaron inicialmente fueron alejándose, reemplazados por otros elegidos por el gobierno y más proclives a acatar sus indicaciones. Las huelgas fueron consideradas inconvenientes al principio y negativas luego, se procuró solucionar los conflictos mediante los mecanismos del arbitraje y en su defecto, se optó por reprimirlos, ya sea por mano del propio sindicato o por la fuerza pública.

Eva Perón y la difusión de su imagen


Desde 1947, Eva Perón se dedicó desde la Secretaría de Trabajo a cumplir las funciones de mediación entre los dirigentes sindicales y el gobierno, facilitando la negociación de los conflictos con un estilo muy personal que combinaba la persuasión y la imposición.
El Estado peronista procuró extender sus apoyos a la amplia franja de sectores no sindicalizados, con quienes estableció una comunicación a través de Eva Perón y de su fundación. Ésta era financiada con fondos públicos y aportes privados más o menos voluntarios. Entre sus funciones se encontraba la creación de escuelas, hogares para ancianos o huérfanos y policlínicos;  repartición de alimentos y regalos navideños; estimulación del turismo y el deporte, a través de campeonatos infantiles o juveniles de dimensión nacional y por sobre todas la cosas se practicó la acción directa, las unidades básicas detectaban los casos particulares de desprotección y transmitían los pedidos a la Fundación, donde eran recibidos por la misma Eva Perón. De esta forma, resultaba la encarnación del Estado benefactor y providente; sus beneficiaros carecían de la protección de los sindicatos.
En cuanto a los medios de difusión, estos machacaron sobre esta imagen, entre benefactora y reparadora, replicada luego por la escuela, donde los niños se introducían a la lectura con “Evita me ama”. La experiencia de la acción directa, sumada al reiterado discurso del Estado, terminaron constituyendo una nueva identidad social, los “humildes”, que completó el arco popular de apoyo al gobierno. 
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Esta imagen pertenece al libro "Evita me ama" el cuál se encontraba dentro del programa de lectura de aquellos niños que recién comenzaban a leer. 

Perón y las Fuerzas Armadas


Con respecto a las Fuerzas armadas, Perón se cuidó inicialmente tanto de inmiscuirse en su vida interna como de darles cabida institucional en el gobierno. Procuró conservar la identificación establecida en 1943 y un gobierno del que se quería continuador:  temas centrales del gobierno, como la independencia económica, la unidad nacional y el orden, y la imagen de un mundo en guerra donde la neutralidad se traducía en la “tercera posición”, sirvieron para consolidar un campo de solidaridades común, alterado sin embargo por el estilo excesivamente plebeyo que los militares veían en el gobierno, y sobre todo por la presencia, acción y palabra, difíciles de aceptar, de la esposa del presidente.

Perón y el Estado


En cuanto al Estado, este debía dirigir la economía, velar por la seguridad del pueblo, ser el ámbito donde los distintos intereses sociales negociaran y dirimieran sus conflictos. Esta línea implicaba una reestructuración de las instituciones republicanas, una desvalorización de los espacios democráticos y representativos y una subordinación de los poderes constitucionales al Ejecutivo, lugar donde se asentaba el conductor, cuya legitimidad derivaba menos de esas instituciones que del plebiscito popular.

Partido peronista


Para Perón, un hecho muy importante fue dar forma al heterogéneo conjunto de fuerzas que lo apoyaba, proveniente de diversos sectores, con diversas tradiciones y en muchos casos nutridos de cuadros y militantes sin experiencia ni formación política. Debía crear un disciplinamiento y una organización acorde con los principios peronistas y evitar conflictos internos. Para lograr su objetivo hizo uso de la autoridad del Estado para disciplinar las fuerzas propias, y utilizó su liderazgo personal e intransferible, que se constituyó naturalmente pero que luego fue alimentado por los medios de difusión. En el Congreso, el presidente exigió de cada diputado o senador una renuncia en blanco, como garantía de su disciplina.
El partido peronista, creado en 1947, adoptó una organización vertical, donde cada escalón se subordinaba a la decisión del nivel superior, hasta culminar en el líder, presidente del país y del partido, con derecho a modificar cualquier decisión partidaria. A esto se le llamó una versión local del Führerprinzip alemán, aunque su aplicación en la Argentina haya sido menos dramática. El Partido se limitó a organizar las candidaturas y Perón, a arbitrar en los casos difíciles o a mencionar simplemente quiénes debían ser electos. La organización se modificó varias veces y los organigramas acentuaron la verticalidad.
El Partido fue incluido dentro del movimiento, junto con el Partido Peronista Femenino y la CGT, a las órdenes del jefe supremo, a quien se subordinaban el Comando Estratégico y los Comandos Tácticos. 

Doctrina peronista


Movimiento y nación eran considerados una misma cosa ya que en cada nivel de la organización vertical llevada a cabo por el Partido, se integraba la autoridad pública ejecutiva respectiva, ya sea intendente, gobernador o presidente.
Lo que inicialmente fue la doctrina peronista se convirtió en la Doctrina Nacional, consagrada en esos términos por la Constitución de 1949, que articulaba tanto al Estado como a la comunidad organizada. Estado y movimiento, movimiento y comunidad confluían en el líder, quien formulaba la doctrina y la ejecutaba, de manera elástica y pragmática con su arte de conductor aunque personal e intransferible podían ser enseñados a quienes asumieran los comandos subordinados.

El poder del pueblo


La forma más característica y singular de la política de las masas eran las movilizaciones y concentraciones. Eran realizadas en días fijos y en ocasiones especiales, conservaban mucho del pathos desafiante, espontáneo y contestatario de la movilización fundadora del peronismo, pero ritualizado y atemperado, más en memoria y potencia que en acto. Ya no eran espontáneas sino convocadas, con suministro de medios de transporte; ordenadas y encuadradas, hasta incluyeron controles de asistencia. Eran jornadas festivas, despojadas completamente de elementos de enfrentamiento real.
Las grandes concentraciones cumplían un papel fundamental en la legitimación plebiscitaria del régimen al renovar el pacto fundador entre el líder y el pueblo. Eran el momento privilegiado en la constitución de una identidad, que resultaba tanto trabajadora y popular como peronista. Todo preparaba el momento privilegiado de la recepción del discurso del líder que incluía tanto una definición de su lugar como del de quienes lo aceptaban y aceptaban su dirección y de los enemigos, calificados como la antipatria y de esta forma, excluidos del sistema de convivencia.

Peronismo triunfante: la reacción de la oposición


La derrota de 1946 desarticuló totalmente el proyecto de la Unión Democrática y enfrentó a los partidos opositores con una cuestión muy difícil, desde dónde enfrentar a Perón. Los socialistas mantuvieron su caracterización de “nazifacismo”, denunciaron los avances hacia el autoritarismo y consideraron que la prioridad era acabar con el régimen; los grupos de socialistas que intentaban una postura más comprensiva hacia los trabajadores que habían adherido al peronismo no lograron quebrar la sólida y ya anquilosada estructura partidaria. En el Partido Comunista hubo un período de acercamiento y simpática comprensión, por la vía de las organizaciones de trabajadores, que culminó con la expulsión de los dirigentes que la propiciaron. Los conservadores sufrieron el cimbronazo de una cantidad de dirigente que se “pasaron”, pero finalmente se reconstituyó, en una línea de oposición frontal, fundada en la defensa de la legalidad republicana.
En el radicalismo el proceso fue más amplio. La derrota de 1946 abrió el camino a la renovación partidaria y una coalición de intransigentes renovadores y sabattinistas, críticos de la estrategia de la Unión Democrática, desplazó a los "unionistas" que venían del tronco alvearista. En 1947, en la Convención de Avellaneda, el Movimiento de Intransigencia y Renovación había formulado sus principios, que transformaban sustancialmente el programa radical, hasta entonces ambiguo e impreciso. El MIR, sin renunciar a la defensa de la Constitución y de la República, combatió al peronismo desde una posición que se presentaba como más progresista, tanto en lo social como en lo nacional, y lo hizo con más soltura a medida que el régimen, por la exigencias del gobierno, fue abandonando sus posiciones iniciales más avanzadas. Mientras el grupo unionista optaba por el desafío frontal y especulaba con un golpe militar, los intransigentes discutieron en el Congreso cada uno de los proyectos gubernamentales, coincidieron a veces y señalaron objeciones fundadas y atendibles en muchos casos. En el grupo de los cuarenta y cuatro diputados, presidido por Balbín y Frondizi, formó toda la dirigencia nacional posperonista. Pero no llegaron a constituirse en una verdadera oposición democrática, en parte porque entre muchos de ellos el faccionalismo era también muy fuerte, pero sobre todo porque la mayoría peronista no estaba dispuesta a convertir el Congreso en un lugar de debate, e incluso a tolerar que fuera una tribuna de los disidentes con la Doctrina Nacional. Todos los recursos se utilizaron para acallar sus voces y, finalmente, para ubicarla en la posición que previamente se les había asignado.