Con
respecto a las Fuerzas armadas, Perón se cuidó inicialmente tanto de
inmiscuirse en su vida interna como de darles cabida institucional en el
gobierno. Procuró conservar la identificación establecida en 1943 y un gobierno
del que se quería continuador: temas
centrales del gobierno, como la independencia económica, la unidad nacional y
el orden, y la imagen de un mundo en guerra donde la neutralidad se traducía en
la “tercera posición”, sirvieron para consolidar un campo de solidaridades
común, alterado sin embargo por el estilo excesivamente plebeyo que los
militares veían en el gobierno, y sobre todo por la presencia, acción y
palabra, difíciles de aceptar, de la esposa del presidente.
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