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lunes, 4 de junio de 2012

La situación de los gremios


Con respecto a las organizaciones de base, los sindicatos controlaron, achicaron el espacio de acción autónoma, intervinieron a las secciones demasiado inquietas; a la vez, se hicieron cargo de funciones cada vez más complejas, tanto en la negociación de los convenios como en las actividades sociales, y debieron desarrollar una administración especializada, de modo que la fisonomía de los dirigentes sindicales, convertidos en una burocracia estable, se diferenció notablemente de la de los viejos luchadores. En la base, la acción sindical conservó una gran vitalidad, por obra de las comisiones internas de la fábrica, que se ocuparon de infinidad de problemas inmediatos referidos a las condiciones de trabajo, negociaron directamente con patronos y gerentes, y establecieron en la fábrica un principio bastante real de igualdad. Hasta 1949 las huelgas fueron numerosas, y se generaron al impulso de las reformas lanzadas desde el gobierno, para hacerlas cumplir o extenderlas, con la convicción por parte de los trabajadores de que se ajustaban a la voluntad profunda de Perón. Éste se preocupaba por esa agitación sin fin y procuraba profundizar el control del movimiento sindical. Los gremialistas que los acompañaron inicialmente fueron alejándose, reemplazados por otros elegidos por el gobierno y más proclives a acatar sus indicaciones. Las huelgas fueron consideradas inconvenientes al principio y negativas luego, se procuró solucionar los conflictos mediante los mecanismos del arbitraje y en su defecto, se optó por reprimirlos, ya sea por mano del propio sindicato o por la fuerza pública.

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