El gobierno
de 1943 estuvo constituido en su mayoría por militares. Fue encabezado en
primer lugar por Pedro Pablo Ramirez y luego por Edelmiro J. Farrel. El centro
de discusiones estuvo en el Ministerio de Guerra que era controlado por un
grupo de oficiales, organizado en una logia, conocido como el Grupo de
Oficiales Unidos (GOU). Sus políticas principales fueron: acallar la agitación
política y las demandas sociales. Llevaron a cabo estas políticas mediante:
proscripciones y persecuciones en los sindicatos, partidos políticos y
universidades, y estableciendo la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en
la escuela pública. Estas medidas se pudieron realizar gracias a la
colaboración de los nacionalistas y católicos integristas. Es así que se lo caracterizo
por ser autoritario, antiliberal y mesiánico, buscando evitar el comunismo al
que veían como el principal enemigo.
Blog realizado por los alumnos del ILSE de quinto año 2012 Bacigalupo Delfina, Ferro Francisco y Scopinaro Nina Se utilizó como bibliografía principal el texto escrito por el historiador Luis Alberto Romero "Breve Historia Contemporánea de la Argentina"

Imagen extraída de Google Imágenes
lunes, 4 de junio de 2012
Llegada de Perón al poder
Para
entender el ascenso de Juan Domingo
Perón hay que analizar el contexto en el que se desarrollaba el gobierno
militar. El conflicto se daba tanto en el ámbito interno, como en el externo.
Dentro del grupo gobernante había distintas posturas: algunos simpatizaban con
Alemania, otros eran pro-aliados y muchos tenían la idea de mantener la
neutralidad. Estados Unidos emprendió medidas contra los militares que no daban
su apoyo al grupo de los Aliados. En 1944, el presidente militar Ramirez rompe
relación tardíamente con el Eje y esto le cuesta la presidencia. En su lugar,
asume Farrel en febrero de ese año. Perón, siendo uno de los miembros más
destacados del GOU, se desempeña como secretario del ministro de Guerra Farrel
y luego ministro. Es aso que en julio llega a ser vicepresidente después de
desplazar a otros competidores.
Imagen extraída de Google Imágenes
Desde la
Dirección Nacional del Trabajo, Juan Domingo Perón empieza a relacionarse con
los dirigentes sindicales reconociendo la importancia de incluir al movimiento
obrero a las políticas nacionales. La convocatoria fue amplia y los impulsó a
organizarse y a presentar sus demandas. Es así que se mejoraron las condiciones
del trabajador: se extendió el régimen de jubilaciones, vacaciones pagas, de
accidentes de trabajo y se equilibró la relación entre patrón y obrero. Uno de
los logros fue la sanción del Estatuto del Peón, mejorando las condiciones del
trabajador rural. Desde la Secretaría de Trabajo, Perón expandía las funciones
del estado como árbitro en los conflictos entre los obreros y los patrones,
estimulando la organización de los trabajadores en sindicatos y presionando
para que los reclamos fueran satisfechos. Por otro lado, los únicos que fueron
excluidos y erradicados fueron los dirigentes comunistas a pesar de haber hecho
un acercamiento inicial.
Perón daba
un discurso convincente a todos los sectores de la sociedad y se presentaba
como quien podía resolver los conflictos que se daban. Por un lado aumentaba
los temores de cada sector social (militares, empresarios, obreros y dirigentes
políticos) y por otro se presentaba como la única solución para todos. Por esta
razón Rouquie lo denominó “el bombero piromaníaco” ya que agregaba combustible
a la caldera, hasta el límite de su estallido, y al mismo tiempo controlaba la
válvula de escape.
Unión Democrática
La
Unión Democrática estaba constituida por los partidos opositores al gobierno y
mostraba su total adhesión a los principios de los vencedores de la Guerra
Mundial. Este frente político incluía a socialistas, comunistas y
demoprogresistas y contaba con un apoyo implícito de los grupos conservadores.
A su vez, excluía a la mayoría de los sectores obreros. En septiembre de 1945
la Marcha de la Constitución y de la Libertad selló esta nueva alianza
política.
A continuación, tres imágenes del día de la Marcha de la Constitución y la Libertad:
A continuación, tres imágenes del día de la Marcha de la Constitución y la Libertad:
Todas las imágenes fueron extraídas de Google Imágenes.
Jornada del 17 de octubre de 1945
En
medio del revuelto generado por la renuncia forzada de Perón el 8 de octubre,
una multitud se juntó el día 17 del mismo mes en la Plaza de Mayo con el fin de
reclamar la libertad de Perón y su restitución a los cargos que tenía. Es así
que los partidarios de Perón en el Ejército volvieron a imponerse y,
finalmente, el coronel se dirigió a la masa de gente en la plaza. De esta
manera, volvió al centro del poder, esta vez como candidato oficial a la
presidencia. Lo que llama la atención de este suceso no es tanto el número de
personas que participó, si no el hecho de que su mayoría fue definidamente
obrera. Ese día, los obreros decidieron la crisis a favor de Perón, definieron
una identidad, instalaron una nueva forma de participación y ganaron su
ciudadanía política.
Imagen extraída de google imágenes
A continuación, podemos observar dos videos extraídos de Youtube del día 17 de octubre:
En en primero podemos escuchar el discurso de Perón en el momento de su restitución a los cargos. Por otro lado, en el segundo, podemos ver la movilizacion de las masas.
La relación entre migrantes internos, industrialización y movimiento obrero
La industrialización había avanzado
notablemente en tiempos de guerra: se exportaba a países vecinos así como se
desarrollaba el mercado interno con el fin de sustituir las importaciones. Este
gran avance fue acompañado por una migración interna generada por los
trabajadores rurales que empezaron a dedicarse a la industria, luego de haber
sido expulsados como consecuencia de la crisis agrícola. Este movimiento obrero
generó un crecimiento que no fue visible ya que se establecieron en la
periferia de las grandes ciudades (tales como Rosario o La plata), pero que
aumentó el grupo de seguidores de Perón organizándose el movimiento obrero.
El Partido Laborista
Luego
de esta movilización del mes de octubre, los dirigentes sindicales decidieron
conformar un partido político propio, el Laborista. El programa del Partido
Laborista, agrupaba distintas tendencias, abarcando los socialistas y los
vinculados con el dirigismo económico y el Estado de bienestar. En este
partido, el primer afiliado y candidato presidencial fue Perón.
La tercera posición
Este
nuevo gobierno de Perón tomo medidas para distanciarse tanto del modelo
capitalista como del modelo comunista generando una alternativa llamada la
“tercera posición”. A pesar de eso, mantuvo una política de comunicación con
Washington y la Unión Soviética.
El boicot norteamericano
El Gobierno
adoptó la “tercera posición”, distanciada tanto del comunismo como del
capitalismo, pero estableció relaciones diplomáticas con la URSS. Estados Unidos se dispuso
a hacer pagar a la Argentina
por esta situación, sumada a viejas razones económicas como la competencia de
los granjeros. Las exportaciones de la Argentina hacia los países limítrofes comenzaron
a retroceder por la competencia norteamericana, las exportaciones agrícolas a
Europa fueron obstaculizadas por los Estados Unidos. El boicot fue sistemático.
Medidas económicas y modelos a seguir
Se acordó la
compra por parte de los ferrocarriles británicos por parte de la Argentina para compensar
el valor de las libras bloqueadas. Estas empresas ferroviarias tenían una
pésima condición.
La Segunda
Guerra Mundial, la crisis de los mercados y el aislamiento, agravado por el
boicot norteamericano, provocaron la acentuación del proceso de
industrialización sustitutiva, que se extendió al sector metalúrgico y otros.
La empresa Siam Di Tella, creció con la fabricación de heladeras, ventiladores,
planchas y lavarropas. Así creció una capa de establecimientos medianos y
pequeños, y aumentó la mano de obra industrial.
Los grupos
militares proponían profundizar la sustitución, extenderla a la producción de
insumos básicos, como el acero o el petróleo, mediante una decidida
intervención del Estado. La imagen de la Unión Soviética está presente
en esta propuesta. La inspiración autárquica de los militares se dibuja en el
Primer Plan Quinquenal.
La política
del Estado apuntó a la defensa del sector industrial instalado, y a su
expansión. Este sector recibió amplios créditos del Banco Industrial y
protección aduanera para eliminar competidores externos. Las políticas de
redistribución de ingresos hacia los sectores trabajadores contribuían a la
expansión sostenida del consumo. En suma, Perón había optado por el mercado
interno y por la defensa del pleno empleo. Se trataba de una verdadera “cadena de
la felicidad”, que pudo financiarse por la existencia de una gran reserva de
divisas.
La política
peronista se caracterizó por un impulso a la participación del Estado en la
dirección y regulación de la economía; nacionalizó las inversiones extranjeras,
particularmente las empresas controladas por capital británico. A los
ferrocarriles se sumaron los teléfonos, la empresa de gas y algunas compañías
de electricidad del interior. Nacionalizó el Banco Central.
Las mejoras sociales y el accionar de la CGT
La situación de los gremios
Con respecto a las
organizaciones de base, los sindicatos controlaron, achicaron el espacio de
acción autónoma, intervinieron a las secciones demasiado inquietas; a la vez,
se hicieron cargo de funciones cada vez más complejas, tanto en la negociación
de los convenios como en las actividades sociales, y debieron desarrollar una
administración especializada, de modo que la fisonomía de los dirigentes
sindicales, convertidos en una burocracia estable, se diferenció notablemente
de la de los viejos luchadores. En la base, la acción sindical conservó una
gran vitalidad, por obra de las comisiones internas de la fábrica, que se
ocuparon de infinidad de problemas inmediatos referidos a las condiciones de
trabajo, negociaron directamente con patronos y gerentes, y establecieron en la
fábrica un principio bastante real de igualdad. Hasta 1949 las huelgas fueron
numerosas, y se generaron al impulso de las reformas lanzadas desde el
gobierno, para hacerlas cumplir o extenderlas, con la convicción por parte de
los trabajadores de que se ajustaban a la voluntad profunda de Perón. Éste se
preocupaba por esa agitación sin fin y procuraba profundizar el control del
movimiento sindical. Los gremialistas que los acompañaron inicialmente fueron
alejándose, reemplazados por otros elegidos por el gobierno y más proclives a
acatar sus indicaciones. Las huelgas fueron consideradas inconvenientes al
principio y negativas luego, se procuró solucionar los conflictos mediante los
mecanismos del arbitraje y en su defecto, se optó por reprimirlos, ya sea por
mano del propio sindicato o por la fuerza pública.
Eva Perón y la difusión de su imagen
Desde 1947, Eva Perón
se dedicó desde la
Secretaría de Trabajo a cumplir las funciones de mediación
entre los dirigentes sindicales y el gobierno, facilitando la negociación de
los conflictos con un estilo muy personal que combinaba la persuasión y la
imposición.
El Estado peronista
procuró extender sus apoyos a la amplia franja de sectores no sindicalizados,
con quienes estableció una comunicación a través de Eva Perón y de su
fundación. Ésta era financiada con fondos públicos y aportes privados más o
menos voluntarios. Entre sus funciones se encontraba la creación de escuelas,
hogares para ancianos o huérfanos y policlínicos; repartición de alimentos y regalos navideños;
estimulación del turismo y el deporte, a través de campeonatos infantiles o
juveniles de dimensión nacional y por sobre todas la cosas se practicó la
acción directa, las unidades básicas detectaban los casos particulares de
desprotección y transmitían los pedidos a la Fundación , donde eran
recibidos por la misma Eva Perón. De esta forma, resultaba la encarnación del
Estado benefactor y providente; sus beneficiaros carecían de la protección de
los sindicatos.
En cuanto a los medios
de difusión, estos machacaron sobre esta imagen, entre benefactora y
reparadora, replicada luego por la escuela, donde los niños se introducían a la
lectura con “Evita me ama”. La experiencia de la acción directa, sumada al
reiterado discurso del Estado, terminaron constituyendo una nueva identidad
social, los “humildes”, que completó el arco popular de apoyo al gobierno.
Imagen extraída de Google Imágenes
Imagen extraída de http://suite101.net/article/evita-me-ama-a10650
Esta imagen pertenece al libro "Evita me ama" el cuál se encontraba dentro del programa de lectura de aquellos niños que recién comenzaban a leer.
Perón y las Fuerzas Armadas
Con
respecto a las Fuerzas armadas, Perón se cuidó inicialmente tanto de
inmiscuirse en su vida interna como de darles cabida institucional en el
gobierno. Procuró conservar la identificación establecida en 1943 y un gobierno
del que se quería continuador: temas
centrales del gobierno, como la independencia económica, la unidad nacional y
el orden, y la imagen de un mundo en guerra donde la neutralidad se traducía en
la “tercera posición”, sirvieron para consolidar un campo de solidaridades
común, alterado sin embargo por el estilo excesivamente plebeyo que los
militares veían en el gobierno, y sobre todo por la presencia, acción y
palabra, difíciles de aceptar, de la esposa del presidente.
Perón y el Estado
En
cuanto al Estado, este debía dirigir la economía, velar por la seguridad del
pueblo, ser el ámbito donde los distintos intereses sociales negociaran y
dirimieran sus conflictos. Esta línea implicaba una reestructuración de las
instituciones republicanas, una desvalorización de los espacios democráticos y
representativos y una subordinación de los poderes constitucionales al
Ejecutivo, lugar donde se asentaba el conductor, cuya legitimidad derivaba
menos de esas instituciones que del plebiscito popular.
Partido peronista
Para
Perón, un hecho muy importante fue dar forma al heterogéneo conjunto de fuerzas
que lo apoyaba, proveniente de diversos sectores, con diversas tradiciones y en
muchos casos nutridos de cuadros y militantes sin experiencia ni formación
política. Debía crear un disciplinamiento y una organización acorde con los
principios peronistas y evitar conflictos internos. Para lograr su objetivo
hizo uso de la autoridad del Estado para disciplinar las fuerzas propias, y
utilizó su liderazgo personal e intransferible, que se constituyó naturalmente
pero que luego fue alimentado por los medios de difusión. En el Congreso, el
presidente exigió de cada diputado o senador una renuncia en blanco, como
garantía de su disciplina.
El
partido peronista, creado en 1947, adoptó una organización vertical, donde cada
escalón se subordinaba a la decisión del nivel superior, hasta culminar en el
líder, presidente del país y del partido, con derecho a modificar cualquier
decisión partidaria. A esto se le llamó una versión local del Führerprinzip
alemán, aunque su aplicación en la
Argentina haya sido menos dramática. El Partido se limitó a
organizar las candidaturas y Perón, a arbitrar en los casos difíciles o a
mencionar simplemente quiénes debían ser electos. La organización se modificó
varias veces y los organigramas acentuaron la verticalidad.
El
Partido fue incluido dentro del movimiento, junto con el Partido Peronista
Femenino y la CGT ,
a las órdenes del jefe supremo, a quien se subordinaban el Comando Estratégico
y los Comandos Tácticos.
Doctrina peronista
Movimiento
y nación eran considerados una misma cosa ya que en cada nivel de la
organización vertical llevada a cabo por el Partido, se integraba la autoridad
pública ejecutiva respectiva, ya sea intendente, gobernador o presidente.
Lo
que inicialmente fue la doctrina peronista se convirtió en la Doctrina Nacional ,
consagrada en esos términos por la Constitución de 1949, que articulaba tanto al
Estado como a la comunidad organizada. Estado y movimiento, movimiento y
comunidad confluían en el líder, quien formulaba la doctrina y la ejecutaba, de
manera elástica y pragmática con su arte de conductor aunque personal e
intransferible podían ser enseñados a quienes asumieran los comandos
subordinados.
El poder del pueblo
La
forma más característica y singular de la política de las masas eran las
movilizaciones y concentraciones. Eran realizadas en días fijos y en ocasiones
especiales, conservaban mucho del pathos desafiante, espontáneo y
contestatario de la movilización fundadora del peronismo, pero ritualizado y
atemperado, más en memoria y potencia que en acto. Ya no eran espontáneas sino
convocadas, con suministro de medios de transporte; ordenadas y encuadradas,
hasta incluyeron controles de asistencia. Eran jornadas festivas, despojadas
completamente de elementos de enfrentamiento real.
Las
grandes concentraciones cumplían un papel fundamental en la legitimación
plebiscitaria del régimen al renovar el pacto fundador entre el líder y el
pueblo. Eran el momento privilegiado en la constitución de una identidad, que
resultaba tanto trabajadora y popular como peronista. Todo preparaba el momento
privilegiado de la recepción del discurso del líder que incluía tanto una
definición de su lugar como del de quienes lo aceptaban y aceptaban su
dirección y de los enemigos, calificados como la antipatria y de esta forma,
excluidos del sistema de convivencia.
Peronismo triunfante: la reacción de la oposición
La
derrota de 1946 desarticuló totalmente el proyecto de la Unión Democrática y enfrentó a
los partidos opositores con una cuestión muy difícil, desde dónde enfrentar a
Perón. Los socialistas mantuvieron su caracterización de “nazifacismo”,
denunciaron los avances hacia el autoritarismo y consideraron que la prioridad
era acabar con el régimen; los grupos de socialistas que intentaban una postura
más comprensiva hacia los trabajadores que habían adherido al peronismo no
lograron quebrar la sólida y ya anquilosada estructura partidaria. En el
Partido Comunista hubo un período de acercamiento y simpática comprensión, por
la vía de las organizaciones de trabajadores, que culminó con la expulsión de
los dirigentes que la propiciaron. Los conservadores sufrieron el cimbronazo de
una cantidad de dirigente que se “pasaron”, pero finalmente se reconstituyó, en
una línea de oposición frontal, fundada en la defensa de la legalidad
republicana.
En el radicalismo el proceso fue más amplio. La derrota de 1946 abrió el camino a la renovación partidaria y una coalición de intransigentes renovadores y sabattinistas, críticos de la estrategia de la Unión Democrática, desplazó a los "unionistas" que venían del tronco alvearista. En 1947, en la Convención de Avellaneda, el Movimiento de Intransigencia y Renovación había formulado sus principios, que transformaban sustancialmente el programa radical, hasta entonces ambiguo e impreciso. El MIR, sin renunciar a la defensa de la Constitución y de la República, combatió al peronismo desde una posición que se presentaba como más progresista, tanto en lo social como en lo nacional, y lo hizo con más soltura a medida que el régimen, por la exigencias del gobierno, fue abandonando sus posiciones iniciales más avanzadas. Mientras el grupo unionista optaba por el desafío frontal y especulaba con un golpe militar, los intransigentes discutieron en el Congreso cada uno de los proyectos gubernamentales, coincidieron a veces y señalaron objeciones fundadas y atendibles en muchos casos. En el grupo de los cuarenta y cuatro diputados, presidido por Balbín y Frondizi, formó toda la dirigencia nacional posperonista. Pero no llegaron a constituirse en una verdadera oposición democrática, en parte porque entre muchos de ellos el faccionalismo era también muy fuerte, pero sobre todo porque la mayoría peronista no estaba dispuesta a convertir el Congreso en un lugar de debate, e incluso a tolerar que fuera una tribuna de los disidentes con la Doctrina Nacional. Todos los recursos se utilizaron para acallar sus voces y, finalmente, para ubicarla en la posición que previamente se les había asignado.
En el radicalismo el proceso fue más amplio. La derrota de 1946 abrió el camino a la renovación partidaria y una coalición de intransigentes renovadores y sabattinistas, críticos de la estrategia de la Unión Democrática, desplazó a los "unionistas" que venían del tronco alvearista. En 1947, en la Convención de Avellaneda, el Movimiento de Intransigencia y Renovación había formulado sus principios, que transformaban sustancialmente el programa radical, hasta entonces ambiguo e impreciso. El MIR, sin renunciar a la defensa de la Constitución y de la República, combatió al peronismo desde una posición que se presentaba como más progresista, tanto en lo social como en lo nacional, y lo hizo con más soltura a medida que el régimen, por la exigencias del gobierno, fue abandonando sus posiciones iniciales más avanzadas. Mientras el grupo unionista optaba por el desafío frontal y especulaba con un golpe militar, los intransigentes discutieron en el Congreso cada uno de los proyectos gubernamentales, coincidieron a veces y señalaron objeciones fundadas y atendibles en muchos casos. En el grupo de los cuarenta y cuatro diputados, presidido por Balbín y Frondizi, formó toda la dirigencia nacional posperonista. Pero no llegaron a constituirse en una verdadera oposición democrática, en parte porque entre muchos de ellos el faccionalismo era también muy fuerte, pero sobre todo porque la mayoría peronista no estaba dispuesta a convertir el Congreso en un lugar de debate, e incluso a tolerar que fuera una tribuna de los disidentes con la Doctrina Nacional. Todos los recursos se utilizaron para acallar sus voces y, finalmente, para ubicarla en la posición que previamente se les había asignado.
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